Cuando pensamos en entrenamiento, nos imaginamos dando esfuerzo pero también recibiendo satisfacción.
En esta entrada, independientemente de nuestro nivel, vamos a sintetizar los puntos claves para levantar nuestra rutina de trabajo y veremos que es lo que realmente hay que controlar antes de irnos a un sufrimiento que en la mayoría de casos… no es necesario.
Te lo damos en forma de ideas y con ejemplos tangibles a nuestro deporte, para que todo sea más real y simple, una hucha, un suelo fértil, un espejo, un rumbo firme y un azadón.
Una hucha
Es simple la idea, entrenar es echar monedas a una hucha, un cerdito con cara feliz al que con cada sesión suena un nuevo «chin-chin«, de las monedas chocando encima una de otra, de ahí podemos sacar muchas conclusiones:
–Un entrenamiento va sobre otro, no son sesiones aisladas, tienen que tener cierta coherencia, lógica y andamiaje para mezclar y entrelazar estímulos, como una pared.
-Puede que algunas monedas no caigan en la hucha, a veces nos guiamos por impulso o entrenamos sin sumar, esto es igual que si ahorramos para un coche pero nos gastamos parte de nuestro dinero en un viaje, porque cuando tienes un objetivo tienes que saber que TODO NO VALE.
–Es mejor empezar sumando céntimos que esperar a tener un euro para echarlo, si solo pretendemos hacer entrenamientos de calidad, no podremos hacer entrenamiento de calidad y esto lo explicaremos más adelante, la hucha debe estar compuesta por todo tipo de monedas, pues todas son necesarias.
Suelo fértil
Antes de hacer un huerto, debes buscar una tierra óptima, quitar las piedras, seguramente labrarlo y abonarlo para que esté listo para ayudar a crecer.
En el entrenamiento pasa igual, el primer requisito del que debemos preocuparnos es estar en condiciones para entrenar, más aún cuando estemos saliendo de una lesión o enfermedad, debemos ir con pasos pequeños y seguros, siempre podremos hacer algo aunque no siempre será correr el primer paso.
Por ejemplo, si tengo una lesión recurrente relacionada con el impacto o sobrecarga no deberíamos volver a darle la misma cantidad de estímulos que la provocaron, habiendo opciones (bicicleta, ergómetros o elíptica) que nos permitirá acostumbrar y reforzar el cuerpo para ir progresivamente introduciendo la carrera.
O si estoy con una enfermedad que me ha impedido entrenar, no debería querer tirarme de cabeza a series, cambios o tiradas largas porque simplemente tenga «mono de correr«, pues tu sistema inmunológico estará repartiendo los recursos disponibles para terminar con esa patología y si le damos el estrés de una sesión larga o intensa pues no ayudaremos a tener medios suficientes para todas las recuperaciones.
Por lo tanto, con el fin de seguir la máxima, entrenar es echar monedas en una hucha, antes de entrenar con «normalidad», si es que eso existe, el primer objetivo será estar en condiciones para entrenar.
Un espejo
Quizás sea lo más importante, el mirarnos y ver realmente nuestra posibilidades.
-¿Qué posibilidades de entrenamiento tengo?
Muchas veces nos apuntando a un ultra, sin tener las horas para entrenarlo ¿es necesario correrlo?
-¿Por qué hago deporte?
A veces se nos olvida que la máxima es disfrutar que estamos de paso, queremos llevar a la perfección aspectos complementarios de la actividad como es la última nutrición o tecnología, pero descuidamos el aspecto de intentar conocernos un poco más, analizar errores y aciertos o disfrutar de lo que ya hacemos.
Cuando posponemos nuestra satisfacción a una única meta futura, nos pasamos la vida corriendo a una felicidad inalcanzable.
-¿Cómo de cerca o accesible tengo ciertos espacios de entrenamiento?
Si quiero hacer montaña debería tener montañas accesibles, si quiero entrenar la fuerza un centro de confianza, algo de material de casa o estar dispuesto a bajar a un parque para entrenar al menos.
-¿Confío en mi entrenador?
No solo en su juicio o consejo, también para saber que es parte de mi tándem y no viene a juzgarte tus hábitos, sino a ayudarte a potenciar esa parte de ti que quiere disfrutar de lo que hace y sentirse mejor ya sea compitiendo por el top o por terminar.
Un rumbo fijo
«Cuando anhelamos algo imposible, nos predisponemos a ser víctimas de nuestra propia decepción.»
Puede parecer obvio, pero solo aquel que tiene objetivos puede intentar conseguirlos. En todo caso siempre le quedará aprender y seguir progresando.
Establecer objetivos principales es algo que ayuda por una parte a conocer nuestras motivaciones hacia el entrenamiento «lo que nos gusta» y establecer prioridades «lo que tenemos que mejorar», con eso mismo ya se pueden buscar objetivos secundarios que son carreras o entrenamientos que nos lleven a ir poco a poco trabajando hacia nuestro objetivo principal.
Parece demasiado tedioso pero es simple, pues la intensidad y las adaptaciones que se produzcan durante nuestro entrenamiento deberían buscar hacernos más «fuertes» o «eficaces» hacia las condiciones del objetivo, de ahí se entiende el hacer carreras técnicas si estamos preparando carreras técnicas o medir los entrenamientos en hora si nos estamos preparando para un ultra.
¿Podemos hacer algo que no tenga que ver con nuestro objetivo principal?
Por supuesto, pero el motivo de hacerlo no es por el propio entrenamiento, si no por otras motivaciones igual de nobles como por ejemplo «la carrera de mi pueblo». El problema viene cuando transformamos emociones en obligaciones, y tachamos de compromisos, proliferando más carreras hacia la emoción que a la razón, lo cuál no sería malo si no tuviéramos cierta frustración al no alcanzar o responder adecuadamente hacia nuestro objetivo principal.
Repito, por si no queda claro, entrenar es echar monedas en una hucha, pero la hucha tiene que tener un fin por el que llenarse y a todo cerdito debe llegarle su San Martín.
Un azadón
Imaginemos una herramienta de huerto que sirve para cavar, pero por el otro lado tiene una parte picuda perpendicular que sirve para partir prácticamente cualquier cosa.
Lo primero para usar esta herramienta es adquirirla y por suerte el dinero no la compra, en este sentido lo primero que hay que hacer es tener una rutina y un cuerpo acostumbrado a entrenar un mínimo semanal, es decir práctica y rodaje, de nada nos vale dos semanas si entreno y una no, una semana con +1500m y otra con +90m.
De ese modo, lo primero que hay que tener para poder jugar con herramientas como el azadón es CONTINUIDAD, no solo en la carrera, también en la fuerza, otros deportes complementarios y en otros deportes complementarios o cruzados. De otro modo en vez de un azadón tienes un palustre, que para cavar o picar sirve de poco.
Cuando ya hemos conseguido el azadón y el resto de condiciones, podemos jugar, pues se puede variar las cargas de entrenamiento, sino se vive en una constaste sobrecarga progresiva.
Para esto haremos uso de sus dos partes, para cavar y picar, esto nos permitirá llevar el trabajo continuo, meted sesiones de más intensidad o específicas a la par que manteniendo las adaptaciones adquiridas en etapas anteriores y recuperando de las mismas.
Conclusión
Ahora para ti, también entrenar es echar monedas en una hucha, pues ya empezaremos a echar euros y céntimos.
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